dieciséis ardiendo

Él quería saber a qué temía
para aprender a amarlo.
Pensó un día que si no amara
no tendría miedo de nadie.

Así se recupera por memoria intravenosa
y algún infierno calma
deshonras jóvenes,
emociones de estar a distinta altura
y no respirar igual,
no sentirte vivo al tocar el cielo…

Sensacional canto a la desmesura
sobredosis legales
de cuerpos inquietos
por pasión amortajada.
Mala prisa
mientras gire un carrusel poseído
por la feria y su fiesta empedrada
en la que ambos tropezamos.

Rechacé los regalos a mi diosa
y sumergí cositas buenas
hacia el ámbar:
una visión soleada.
Quise sábanas limpias
pero adoras entintarme
y resucitar con voz post-coito
mis cadáveres encerrados.

Tienes excusas
aprehendidas en tus nubes de cigarro
donde escondernos detrás
con aire sofisticado o humos de adulto.
Tengo manías
para anudarme el cuello
y tener malos hábitos:
esposas sin llave y chupitos gratis.

Llegó como una sorpresa
que no estaba planeada
y algo pasó
que nos es ilegible
pero sentimos muy lúcida
y ardiente por dentro:
una arista redondeada
con dos caras de poema.

Porque en mi primera vez…
el mundo fue un helado recién abierto.

Kuniko.be (Flickr) licensed by CC BY-NC 2.0